Ravel fue un genio profundamente autocrítico; cada una de sus obras fue el resultado de un proceso lento: “Intento que mi música hable de forma sencilla y directa al hombre común, no para que la tomen en serio, sino para encantar y entretener. Soy un anarquista del sonido. Creo que la música debe ser primero emocional y después intelectual. Es la expresión más perfecta de la emoción humana”
La Fundación Garza Roja y Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil, tienen el agrado de invitar a su prestigioso medio de comunicación a la GALA FRANCESA, concierto gratuito al público, que se rendirá en memoria del virtuoso compositor, el cual tendrá lugar:
Fecha: jueves 01 mayo 2025
Hora: 19h40
Lugar: Teatro Centro de Arte – León Febres Cordero
Con este aporte a La comunidad se busca motivar al guayaquileño en el ámbito musical e incentivar la concurrencia a espacios sanos para esparcimiento y recreación.
Sobre Maurice Ravel. –
En el sesquicentenario de Maurice Ravel, una mirada al virtuoso compositor que abordó prácticamente todos los géneros de la música y cuyo impacto cultural trasciende el siglo XX y vibra aún.
Su música está marcada por la precisión; él mismo creía que era artificiosa. Como orquestador, fue uno de los más inventivos de todos los tiempos y su obra para piano es una de las más complejas y difíciles de todo el repertorio: obras como Gaspard de la nuit o sus dos conciertos para piano solo pueden ser abordadas por músicos en posesión de todo el magisterio técnico y musical.
Su manera de componer quedó en el más absoluto misterio; nadie, ni siquiera sus más íntimos amigos, logró verlo componer. Sencillamente, decía que todo se iba desarrollando poco a poco. En cambio, sí permitió que se le viera trabajar cuando estaba orquestando. Cuando emitía un juicio, podía ser devastador; pensaba que los músicos talentosos debían trabajar mucho más que quienes no lo eran y tenía un alto grado de exigencia consigo mismo.
Entre sus mejores obras para piano destacan Miroirs, Gaspard de la nuit, Valses nobles et sentimentales, la Sonatina y la Pavana para una infanta difunta. Abordó la ópera en dos títulos: La hora española y El niño y los sortilegios. También escribió música de cámara, conciertos y el ballet Dafnis y Cloe, su obra más extensa en duración. En La valse rindió tributo a Johann Strauss II, a quien admiraba profundamente, y compuso canciones que se cuentan entre las más logradas del repertorio francés.
Sin embargo, su gran pasaporte a la posteridad fue su Bolero, un encargo de su amiga Ida Rubinstein para el ballet. La popularidad del Bolero es tan asombrosa que el compositor Laurent Petitgirard, expresidente de la Sociedad Francesa de Autores, Compositores y Editores de Música, sostiene que cada diez minutos se toca en algún lugar del mundo; como se trata de una obra de 17 minutos, el Bolero de Ravel se oye permanentemente en el planeta. Ravel seguramente escucharía esa afirmación con cierto escepticismo: “Solo he escrito una obra maestra: el Bolero. Desafortunadamente, no tiene música”.
Fundación Garza Roja y Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil