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Agresiones sexuales desnudan machismo tóxico en el fútbol

La detención preventiva de Daniel Alves, conocido futbolista brasileño, en la ciudad española de Barcelona, desde el 20 de enero, por presunta agresión sexual a una mujer de 23 años, es un hito en la lucha contra la impunidad de esos delitos en Brasil.

Su repercusión reavivó el caso del director técnico Alexi Stival, conocido por el apodo de Cuca, condenado en Suiza por la violación de una niña de 13 años en 1987, cuando era jugador del equipo brasileño de Gremio, durante una gira por Europa.

Contratado el 20 de abril último para entrenar al Corinthians, un popular club de São Paulo, tuvo que renunciar una semana después, ante las protestas de hinchas, comentaristas deportivos y las jugadoras del equipo femenino del mismo club.

Otro futbolista condenado por violación sexual, pero en Italia, Robson de Souza, conocido como Robinho, también tuvo su carrera interrumpida por el rechazo de los hinchas en 2020, cuando intentó volver al Santos, club en que empezó la exitosa carrera aún adolescente en 1996. Estuvo en el seleccionado nacional de 2003 a 2014.

“El fútbol es un ambiente que cultiva el machismo, naturalizándolo” desde que comenzó su exitosa andadura en Brasil, a fines del siglo XIX, observó Leda Costa, investigadora del Laboratorio de Estudios en Media y Deportes (Leme) de la Facultad de Comunicación Social en la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

Pero la actitud de la sociedad cambió en las últimas décadas. En 1987, Cuca y sus cuatro colegas que practicaron la violación colectiva en Suiza según la sentencia “fueron recibidos casi como héroes”, por la prensa brasileña, no se encaraba como un crimen lo que hicieron, recordó Costa a IPS.

La justicia suiza condenó a los violadores a 15 meses de detención en 1989, pero quedaron libres en Brasil. Cuca siguió su carrera como jugador en Brasil y luego director técnico de 23 equipos, con algunos triunfos en los campeonatos nacionales e internacionales, hasta que el rechazo social interrumpió ahora su carrera a los 59 años de edad.

Robinho sintió el peso de ese cambio tres años atrás. Participó en una violación grupal de una joven albanesa de 22 años, junto con otros cinco amigos brasileños, el 22 de enero de 2013 en un club nocturno de Milán, según sentenció el tribunal de esa ciudad que lo condenó a nueve años de prisión en 2017, cuando ya había regresado a jugar en Brasil.

Tras la confirmación de la sentencia por la Suprema Corte de Italia en enero de 2022, el Ministerio de Justicia del país europeo pidió la extradición de Robinho o, en su defecto, que él cumpla la pena en Brasil, decisión aún pendiente, ahora que tiene 39 años.

Brasil no permite la extradición de ciudadanos del país, lo que representa un refugio para los perpetradores de delitos fuera de sus fronteras si vuelvan a vivir aquí.

España combate la violencia sexual

La resonancia de esos casos y el avance en la lucha por contener la violencia contra las mujeres fueron fatales para Alves, un ídolo del equipo de Barcelona de 2008 a 2016 y del seleccionado brasileño de 2003 a 2022.

Acusado de la agresión sexual la noche del 30 de diciembre de 2022 en una discoteca de Barcelona, la justicia local lo mantiene en detención preventiva desde el 20 de enero, basada en sus declaraciones contradictorias y las pruebas obtenidas durante la investigación. El riesgo de fuga es el elemento clave para que la jueza del caso decida mantenerlo en prisión, en una medida que ratificó nuevamente el martes 9.

Su caso contrasta con los de Cuca y Robinho, condenados pero libres, debido al protocolo instituido en España, por el cual locales de ocio nocturno adoptan mecanismos de prevención y protección contra la violencia sexual, con personal capacitado, destacó Liliane Brum, activista de la Red de Desarrollo Humano, con sede en Río de Janeiro.

En Barcelona decenas de locales han adherido al protocolo “No callem” (No callamos, en catalán) desde 2018, tras demandas de organizaciones feministas. Es un mecanismo clave por “la responsabilización inmediata” de los agresores y la clara definición del presunto delito ante la falta de consentimiento de la mujer y su denuncia, aclaró Brum a IPS.

Hay avisos de seguridad, recomendaciones, cámaras que registran lo que pasa en los baños y otras partes del local, así ayudaron a comprobar la denuncia de la víctima de Alves en la discoteca, después que el portero del local la vio llorosa a la salida, le preguntó y ante su declaración se activó el protocolo, incluyendo la llamada inmediata a la policía.

“La eficacia del sistema en ese caso es un punto positivo, una enseñanza a recordar e imitar», destacó Brum, una antropóloga seducida por estudios sociales de los deportes.

“Es singular esa nueva configuración del combate a la violencia, con efectiva punición. Italia dejó escapar a Robinho. Suiza llevó dos años para condenar a Cuca, en su ausencia”, comparó Costa, al reconocer indulgencia en el combate policial y judicial a los delitos contra las mujeres en Brasil.

Dificultades

Es difícil enfrentar personas ricas y famosas, como Alves especialmente en Barcelona, donde es “ídolo, con larga historia en el fútbol y en el seleccionado brasileño”, acotó.

El obstáculo es “una larga tradición de machismo, con un linaje de fama y poder”, según Flavio de Campos, coordinador del Núcleo Interdisciplinario de Investigaciones sobre el Fútbol y Modalidades Lúdicas (Ludens), de la Universidad de São Paulo.

Eso incluye a los héroes nacionales históricos, como Pelé, alias de Edson Arantes do Nascimento, Garrincha (Manuel Francisco dos Santos) y Romario de Souza Faria, que protagonizaron la conquista de cuatro Copas Mundiales entre 1958 y 1994, que tuvieron “relaciones abusivas” con muchas mujeres e hijos a veces no reconocidos, apuntó.

“El fútbol se construyó como un ingrediente de la masculinidad, y masculinidad violenta, agresiva y tóxica”, definió Campos en entrevista telefónica con IPS desde São Paulo. A los niños se regala una pelota, desde su temprana edad, ejemplificó.

“El cuerpo femenino se maneja como un bien de uso que, en el límite, puede llegar a la violación sexual, incluso en grupo, o al feminicidio”, como el atribuido a Bruno Fernandes, exportero de Flamengo, el club más popular de Brasil, condenado a 20 años de cárcel por el asesinato de su novia Eliza Samudio en 2010, realzó el investigador, graduado en Historia.

Pecado del periodismo

“El índice de masculinidad tóxica es más acentuado en Brasil que en otros países, especialmente los europeos”, evaluó. Y “a la cultura abusiva del machismo” se suma la connivencia de buena parte del periodismo deportivo, lamentó.

Todo eso se refleja en la resistencia a las mujeres en ese deporte. De 1941 a 1979 tuvo vigencia en Brasil un decreto que prohibía las mujeres como futbolistas. Solo en 1982 se admitió el fútbol femenino profesional, detalló Leda Costa, graduada en Letras, posgraduada en Comunicación e investigadora en deportes.

Ella lamenta la falta de una “autocrítica” de la prensa en relación de complicidad la violencia de género. Algunos medios reconocieron solo ahora su pasado “sexista”.

Actualmente, las crecientes denuncias de las agresiones sexuales “afectan la imagen del futbol y su audiencia”, evaluó. Muchos dejan de ir al estadio por temor a la violencia, los estadios sufren reformas en función de esa realidad, apartando hinchas de los distintos clubes, tratando de contener el acoso sexual, detalló.

Racismo y homofobia también contaminan el fútbol y eso se acentuó durante el gobierno de extrema derecha del expresidente Jair Bolsonaro (2019-31 diciembre 2022), coincidieron los tres investigadores.

Las actitudes racistas persisten, pese a la contribución decisiva de los negros para las glorias futbolísticas de Brasil, matizó Costa.

Por otra parte se trata de un espacio muy hostil a las minorías sexuales. “La carrera en el fútbol depende de la masculinidad”, asumir la homosexualidad es casi renunciar a la actividad, admitió Campos.

La expansión del fútbol femenino contribuye a la superación de ese desequilibrio, no solo en ese campo. “Las mujeres constituyen la vanguardia de las transformaciones de comportamiento y políticas, impulsan los cambios en la sociedad”, concluyó.

Con información de IPS

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