La experta en comunicación política, Caroline Ávila Nieto, analiza en su cuenta de X (antes Twitter) las claves que llevaron a Daniel Noboa a la Presidencia del Ecuador. Desde su perspectiva, este resultado no fue solo una victoria electoral del joven empresario, sino también un reflejo de errores estratégicos del correísmo, mitos que siguen operando en el imaginario político y una coyuntura favorable al candidato oficialista.
Gobernar sin hegemonía: el primer gran desafío
Ávila advierte que el triunfo de Noboa no es un cheque en blanco. La crisis de seguridad y la situación económica demandan respuestas urgentes. Si su proyecto implica un cambio constitucional, no podrá hacerlo solo con su bancada: deberá tejer acuerdos con otros bloques como Pachakutik o la Revolución Ciudadana. “El capital político se disipa con la misma velocidad con la que llega”, señala.
Polarización y riesgo de ingobernabilidad
La situación es aún más compleja. El país no solo está polarizado políticamente, sino también afectivamente dividido. Para Ávila, el odio ha reemplazado al debate y, en ese contexto, Noboa necesitará más que carisma: requerirá propuestas concretas y un discurso de unidad. “¿Podrá construir un relato de unión sin perder autoridad?”, se pregunta.
Además, advierte que las denuncias de posible fraude —expresadas incluso por organismos internacionales— socavan la legitimidad del proceso. Noboa deberá responder desde el primer día.
Territorios que cambiaron de bando
Ávila subraya que la victoria de Noboa revela algo clave: el sentimiento anticorreísta sigue teniendo poder movilizador, aunque no sea una mayoría estable ni orgánica. Ese miedo se activó especialmente en la Costa, donde provincias que respaldaron a Luisa González en primera vuelta terminaron volcándose hacia Noboa. “Noboa supo encarnar el miedo al retorno del correísmo, un discurso que la oposición no ha logrado desmontar en más de una década”, afirma.
¿Elección libre o bajo presión?
Otra lectura inquietante que plantea Ávila es la posibilidad de que en territorios vulnerables hayan operado mecanismos coercitivos. Aunque no existen pruebas concluyentes, esa percepción generó una sensación de elección tensa, no del todo libre. “No sabemos si fue decisivo, pero tampoco podemos ignorarlo”, advierte.
Seguridad: el punto de quiebre
Uno de los grandes vacíos de la campaña de Luisa González, según Ávila, fue su falta de contundencia en el tema de seguridad. Frente a un país con miedo, su discurso fue débil. Noboa, en cambio, ofreció símbolos de acción: el retorno de la base militar de Manta, la narrativa de “mano dura” y hasta el nombre del mercenario Erik Prince y la empresa BlackWater. Aunque ilegales o difíciles de aplicar, «esos anuncios generaron la sensación de certeza. El votante eligió eso”, dice Ávila.
Los fantasmas del pasado
Viejos temores también pesaron en la decisión electoral: Venezuela, el autoritarismo, el control del poder y la dolarización. La presencia de figuras como Rafael Correa y Ricardo Patiño, en momentos clave, activó todos esos miedos. “Mal momento, peor mensaje. Y el framing fue desastroso”, concluye Ávila.
A esto se sumaron escándalos como los audios del exconsejero Verduga y las denuncias contra Aquiles Álvarez. Aunque desde el correísmo se denuncia persecución política, no lograron desmontar la narrativa de corrupción.
Política exterior: el silencio que costó caro
Ávila también critica la ausencia de una estrategia clara en política exterior por parte de Luisa González. Mientras Noboa exhibía una supuesta cercanía con Donald Trump —algo que la ciudadanía interpretó como respaldo internacional— del otro lado hubo silencio absoluto. “No hubo una respuesta, y eso fue un error de cálculo”, señala.
Según Ávila, frente a una foto de Noboa con Trump y su discurso sobre deportaciones, la candidatura de González no ofreció una alternativa sólida, solo desmentidos y desprestigio.
Más difícil gobernar que ganar
En su cierre, Caroline Ávila es clara: el triunfo de Noboa fue posible gracias al contexto, los errores del rival y un ecosistema político que no ha superado el correísmo. Pero gobernar será otra historia.
“No tiene hegemonía. No tiene tiempo. La oposición es fuerte y sus aliados débiles. Daniel Noboa enfrenta el mayor reto de su corta carrera política: demostrar que puede más que ganar elecciones”.