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Colombia y Ecuador: un mismo camino, con dos destinos

Esta historia inicia 30 años atrás. La región empezaba a consolidar sus grandes posibilidades energéticas y tanto las de Colombia como las de Ecuador eran las hidroeléctricas. Y desde entonces se sabía la recurrencia estacional de los estiajes y la sequía por lo que en las dos naciones se planificó contar con un respaldo de generación térmica. Desde entonces a esta parte, los destinos se separaron.

Colombia cuenta a la fecha con 80% de su sistema energético sustentado por la hidroelectricidad y en tiempos de sequía, como el actual, el 30% que deja de producir por fuentes hídricas, lo asume el parque térmico, bien tratado y mantenido.

Ecuador tiene en la hidroelectricidad el 90% de su sistema y cuando debe acudir a su parque térmico, recurrentemente, se evidencia que no hubo mantenimiento ni actualización, que no funciona y que se deben programar apagones.

Como las moralejas de las fábulas, es evidente lo que se debía hacer, pero lamentablemente, por más de 8 años, en Ecuador no se realizó.

Desidia, falta de recursos en una economía en constante déficit fiscal, ausencia de planificación… Cualquiera sea la causa, el resultado para Ecuador es el de apagones con impactos tremendos en su economía y, por tanto, en su desarrollo y en la vida cotidiana de la gente, afectada en un 40% por cuadros de ansiedad y de depresión.

A esto hay que sumar los modelos diferentes que asumieron los dos países vecinos geográficamente y con importantes distancias en sus respectivos crecimientos. Colombia abrió el mercado eléctrico en que incluso las empresas estatales se mueven por la lógica de competencia e incentivo y así ha desterrado el enfoque político que puede contaminar decisiones técnicas.

No ha privatizado, regula, se basa en oferta y demanda y protege su estabilidad y soberanía energética.

En Ecuador, todo el sistema (generación, distribución y transmisión) es estatal. En generación vivimos cada vez y cuando los cortes eléctricos, en la transmisión son varias las voces que están advirtiendo que la infraestructura (igual de desatendida que el parque térmico) está a tope y en distribución, las pérdidas negras alcanzan hasta 30% cuando el promedio aceptable es de 7%.

Se refuerza la moraleja de esta triste fábula en que, a lo ya dicho, se suma la importancia de tener alianzas entre los sectores públicos y privados que permitan manejar sectores técnicos con criterios que no sean políticos. Prueba de cuando lo técnico se mezcla con lo político es el reconocimiento general del que hoy goza Coca Codo Sinclair por sostener la dotación eléctrica en Ecuador, demostrando su fuerza y capacidad, cuando hasta hace poco los malos augurios y “especialistas” sesgados advertían de su inminente colapso.

FIN

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